UNA NEGOCIACIÓN COMO FORMA DE VIDA
Vivimos en una negociación constante. En un contexto, donde ser mala persona es cool. La verborragia como bandera en lugares diplomáticos. Peregrinos que esgrimen violencia, donde la respuesta natural es tildada de comportamientos “animales”. La utilización de la calle no trae resultados, sino más negociación, que no ayuda a comprender que hemos tenido en nuestras manos la única forma de modificar la realidad del pueblo.
La semana comenzó con la noticia del posible cierre del hospital Nacional “Lic. Laura Bonaparte”, un espacio donde se tratan centenares de personas en pos de cuidar su salud mental. Esto, algo que hace poco tiempo atrás nadie hablaba. Referirnos a estos temas era visto como algo negativo, por suerte, las nuevas generaciones abrieron puertas que se encontraban totalmente infranqueables. En esta oportunidad, este ya común accionar del Estado Nacional, me detuvo a pensar lo mal que nos están haciendo. Los factores por los cuales estamos siendo infelices, obviamente, tienen muchos estratos. Sin lugar a duda, este presente no surgió con la presidencia de Milei, un mundo donde todo se debe resolver a velocidades impensadas, adquirir más y más cada día, traduciendolo en felicidad, acumular como fin. Esto ha tenido su génesis en la década del 90, luego del consenso de Washington, que ha llevado al Mundo entero a esta realidad y de la cual no escapamos.
En ese camino, hubo momentos donde las mayorías sobrepasaron la coyuntura, con crecimientos a grandes escalas y esa realidad la podían “acompañar”. Hoy, vivir se transforma en un karma para muchos y muchas. Pensar que lo que nos afecta tiene una sola razón es de lo más simplista y si quienes lo esgrimen, son los que hoy están en el poder, ocultan otros objetivos.
Vemos de forma constante, pseudo anunciadores determinando que nuestro presente se debe a setenta años de peronismo. Una falacia total. Si bien, el último gobierno “peronista” y los últimos años de la “década ganada”, -una calificación de más errada, dado que ha sido utilizada como una barrera defensista, donde aún en el gobierno se quería discutir lo que se hizo, esquivando a llevar la discusión al futuro-, fueron difíciles. Empero, es innegable que nuestras realidades eran distintas. Inflaciones mucho más bajas que las actuales, capacidad de compra, posibilidad de ahorro, acceso a elementos que hoy son de lujo. Obviamente, esto, en una forma generalizada, claro está, que han existido quienes no la han pasado del todo bien, dado que en todo país existen beneficiados, perjudicados y equilibrados. Que estos últimos sean los más cualitativos es el gran desafío.
Retomando a nuestros inicios, en aquellos tiempos, la felicidad era de más fácil acceso. Los gobiernos deberían medirse por alguna métrica de felicidad, el pueblo debe ser feliz y en la actualidad estamos ampliamente alejados de eso. Vivimos en un pueblo triste y desesperado. Como respuesta, el gobierno busca arrebatar lo máximo posible, exprimirnos hasta la última gota.
En contrapartida, está el Partido Justicialista, lugar que en la última semana obtuvo una centralidad que hace años no tenía. Eso lo logró Cristina Fernández de Kirchner. Algo totalmente esperable, al ser la persona más importante en los últimos años dentro del contexto político. Para alguien desprevenido o desprevenida, mediante una carta, en un papel, que entiendo como “guía”, dando opiniones sobre el partido, muy acertadas por cierto, aprovechó para determinar que estaría dispuesta a asumir la presidencia del mismo. Esta decisión, desde lo político y lo simbólico, me trajo una gran esperanza. Desde el contexto, una gran desesperanza.
Desde lo político, el magnetismo que tiene Cristina, provocaría un retorno a las paredes de todos los partidos justicialistas de cada ciudad. Además, en su carta, esgrime comprender lo que muchos y muchas venimos visualizando, el peronismo se “torció” en demasía. El calificativo es tal, porque creo que los partidos en ciertos contextos deben modificarse, sino serían anacrónicos, empero, hoy el peronismo lo hizo en márgenes totalmente perjudiciales. Luego del análisis, debemos preguntarnos cómo haría Cristina y quienes la acompañen, en escuchar las demandas de un pueblito recóndito de nuestro país, o de grandes ciudades y columnas importantes del movimiento. Hoy, se dejó de escuchar. Esto fue tapado con discusiones alejadas de nuestra realidad. El contexto que referí ut supra. Las y los dirigentes están en un micromundo que nada le interesa a las bases -en el fondo- y mucho menos a quien es votante asiduo del movimiento, pero no interviene en él. Imagínese a quien no lo suele votar.
¿Acaso están tan alto, que no escuchan lo que se les exige? Digo alto, porque en oportunidades hasta en lo simbólico se encuentran errados o pregúntese lo mal que suena: “Bajó al territorio”. Repugnante.
En momentos que estigmatizan a tan alto nivel a quien no piensa igual como lo está haciendo el gobierno de Milei, debería ser fácil lograr una cierta unión. Pero esto se encuentra vallado, como nuestro Congreso todos los días -con peronistas que acompañan a Milei vale decir-, por las peleas-discusiones de poder. ¿Qué poder? Acaso me pregunto cuán importante puede ser con lo realizado hasta la actualidad, la segunda línea de Cristina Fernández de Kirchner, que rasguñando han llegado a intendencias del conurbano o quien ha accedido a lugares determinados por portación de apellido, como si continuaremos en épocas monárquicas.
Es verdad, hoy en el peronismo no sobra nadie. Pero también, nadie es indispensable, salvo Cristina. Que hasta ella misma, en otro momento histórico lo dejará de ser. Por simples razones, el movimiento continúa en pie a pesar de la muerte de Juan Domingo Perón, Evita y Néstor. Mientras su espíritu, doctrina y el amor que en épocas lo ha sostenido continúen existiendo, él seguirá en pie. Ojalá no lo destruyan desde adentro, como intentan algunos traidores a las ideas, que ocupan lugares ocasionales y nos arrebatan nuestra felicidad.
Ojalá seamos felices el próximo 17 de octubre, en el Kilómetro 0, con un acto central donde estará Axel Kicillof ¿Y Cristina?
Por Andrés Noetzly
14 de octubre del 2024